LA GITANA Y EL PRÍNCIPE
En un reino no tan lejano vivía
un hermoso príncipe azul cuya juventud más tierna había dedicado a rescatar las
princesas y doncellas de las diferentes naciones de su tierra. No obstante, no
había encontrado en ninguna de ellas alguna digna de convertirla en su esposa,
pues estaba interesado solamente en la aventura y emoción de rescatarlas.
Una hermosa mañana iba el
príncipe, de ojos llameantes y cabello boscoso, montado en su corcel cuando
encontró una princesa a quien rescatar. Él galopó rápidamente a su encuentro y
después de recorrer bastiones y eliminar dragones y otros adversarios pudo
llegar hasta la prisión de la dama que lo esperaba, cobijada bajo el sueño
eterno de la muerte. Tras su pérdida el príncipe descubrió el valor de todas
aquellas damas que había rescatado para rechazar vilmente y lleno de
tribulación comenzó a galopar con rumbo fijo hacia el oriente donde sale el
sol. Pasaron varios meses y el príncipe ya no galopaba en su corcel, que
después de mucho servirle y a pesar de los cuidados del joven, había fallecido
por la dureza del camino. Las finas ropas, armas y joyas del príncipe las había
vendido ya y sólo lo acompañaban las muy grotescas ropas de un viajero que va
camino a un rumbo mayor que sí mismo.
El joven había traspasado varias
fronteras y se encontraba en tierras forasteras donde era uno más, falto de
reconocimiento y poder e incapaz de regresar a su reino, desorientado y sin
mayor anhelo que volver para construir lo que era su menester.
Caminando por una pradera yerma a
lo lejos lo atrajo una figura humana que lo deslumbró: una hermosa chica
gitana, de cabellera abundante y ondulada, con los ojos cetrinos de la noche
que en aquella pradera sólo eran inferiores en belleza a la luna. La gitana dio
la bienvenida al joven y bajo la luz de las estrellas compartieron sus
conocimientos, sus sueños, vidas y deseos mientras el amanecer que llegaba los
llamaba por sus nombres.
Al despuntar el alba el príncipe
pensaba proseguir con su camino, pero decidió quedarse un día más en aquel lugar
para recobrar fuerzas. Acogido por la comunidad, el joven fue bienvenido por
todos aquellos humildes gitanos, con quienes compartió una fogata, juegos de
azar, brebajes y hierbas de la pradera.
Esa noche, durmiendo bajo una
carpa de telas finas se acercó una misteriosa doncella, que le pidió el favor
de rescatar a aquella gitana de una dolorosa maldición que había recibido al
perder a su padre en una cruel batalla. En aquella ocasión, la espada que había
atravesado a su padre también había destrozado el corazón de la gitana, cuya
vida peligraba dada su incapacidad para amar. La doncella misteriosa dejó junto
al suelo donde dormía el príncipe una aguja e hilos de oro con los cuales
podría coser el corazón de la doncella gitana y se marchó de aquel lugar diciendo:
—Te agradezco por haber venido a
mí en el momento en el que yo te necesitaba. Espero haber llegado a tiempo para
darte mi ayuda y amor.
Y dicho esto se esfumo con el
viento árido.
Esa mañana el príncipe busco a la
gitana en el campamento pero la chica no quería verlo y se escondió, pero el
pudo encontrarla y al verla le pidió el favor de que le permitiese remendar su
corazón. La chica se negó rotundamente, pues no era el primer hombre que
intentaba sanar sus heridas; no obstante tampoco podía negar que sentía en lo
más profundo que él podría ser un candidato indicado. El príncipe al notar la
resistencia de la mujer, le mostró el hilo y el agua dorada decidió quedarse a
vivir como un gitano hasta que pudiera ganar su confianza.
Pasados los soles y las lunas el
príncipe y la gitana se hicieron muy cercanos, hasta el punto en que ella tuvo
la confianza de mostrarle su corazón, que aunque desecho aún palpitaba a carne
viva sostenido por un anillo del más humilde metal. La joven, al perder a su
padre, había recibido de él ese anillo antes de morir, como un recordatorio de
que ese hombre, antes un rey del reino más lejano de la tierra, la haría
princesa si no olvidaba su verdadero ser y las promesas que durante su vida le
había hecho.
Siendo una princesa había
reconocido desde el primer momento en él su linaje real por lo cual le permitió
acercarse y ganar su confianza.
—Si logras lo que quieres el
anillo será tuyo, y junto con él las promesas que mi padre estipuló para mí
—dijo la gitana, recostándose bajo la sombra de un arbustillo espinoso.
El príncipe iba a usar todas sus
habilidades cuando al buscar sus herramientas mágicas notó que habían
desaparecido. Miró a los ojos a la gitana con sus cálidos ojos de fuego, ella
regresó la vista con la serenidad de la noche y tras un beso melancólico el
príncipe supo qué hacer. Tomando una espina del arbusto y arrancándose uno de
sus cabellos castaños, cosió el corazón de la gitana y pudo retirar el anillo
que lo sostenía. La gitana descansó plácidamente en los brazos de su hombre
quién, en vez de irse con el anillo tomó la mano izquierda de la muchacha.
—Esto es lo único de valor que
tengo para darte. Este anillo era tu vida, fue la mía por un momento pero ahora
será la nuestra. Pongo este anillo en el dedo índice de tu mano izquierda pues
será la fortaleza en tu debilidad y el camino que nos indique donde debemos
construir el reino que forjaremos juntos de ahora en adelante—
Y juntos forjaron un reino próspero y vivieron felices para siempre(