En una noche oscura -el sol se ha ocultado hace mucho tiempo ya- y estoy sentado frente a una hoguera. Una hoguera cuyo fuego, aunque débil, logra quemar mi fragilidad. Sí, así de frágil soy.
No me he levantado de la hoguera porque estoy fascinado de como se encendió: aún no lo sé muy bien, pero se que fuiste tu quién la originó. Mientras miro los destellos dorados de este fuego abrasador recuerdo lo que sé casi de memoria: para que exista fuego debe haber aire, un combustible y una chispa que lo origine.
El aire siempre ha estado entre nosotros. El viento que sopla su espíritu, que nos alimenta, que nos da vida... Fue el aire quién te trajo a mi, fue el aire quien te puso a mi lado. No junto a mi, sólo a mi lado. El aire es omnipresente... no se nos acabará jamás a no ser que seamos nosotros quienes decidamos dejar de respirar. Él estará allí para siempre alimentando esta hoguera.
El combustible, esa madera seca y tostada que durante un buen tiempo había recogido. No había caído en cuenta de que era tanta; ni si quiera sabía que la estaba recogiendo o de que estaba allí. Debe ser mi incontrolable personalidad obsesiva por coleccionar cosas... Fui yo quien la recogí, pero esa madera es en verdad tuya: la tomé de tus árboles, de las ramas que encontraba por los pisos de tus bosques, de lo poco que había podido desprender mientras recorría tus claros y ensenadas. Aún ahora no recuerdo en que momento comencé a recogerlas y sólo ahora que estás sentado a mi lado caigo en cuenta de lo sucedido. ¡Qué descuidado soy!
Pero igual no había necesidad de prestarle atención, era sólo madera indefensa en medio de una noche oscura. Eso era, hasta que llegaste tu, y tú chispa contigo, y comenzó el incendio. En medio de esta noche ya veo un poco más de luz, a veces un tanto encegecedora. Quizá por eso, aunque estás a mí lado, me das la espalda sin verme a mi o a la hoguera que accidentalmente has creado. Disfruto del calor efímero de esta fogata, pues en verdad es sólo una fogata si tu no decides dar la vuelta y alimentarla con la madera que hayas también recolectado tu.
Por que una fogata es sólo fuego que se alimenta de madera y aire para beneplácito de quien la ha encendido, consumiéndose en el proceso hasta apagarse. Una hoguera puede ser tan volátil como eterna, es verdad, y consume al espíritu y al tiempo; pero más importante aún: se construye de a dos. La construimos los dos. Juntos.